DEL MACHISMO AL PODER FEMENINO: El MOMENTO DE SHEINBAUM
ENTROPÍA POLÍTICA
Por Edgardo López Robles
El arribo de Claudia Sheinbaum como presidenta de la República marca un momento histórico por múltiples razones. En primer lugar, se trata de la primera mujer en la historia de México en encabezar el gobierno nacional, lo que simboliza un cambio significativo en un país en que el machismo ha predominado a lo largo de los siglos. Esta victoria no debe ser vista únicamente como un dato anecdótico, sino un indicio de que la sociedad mexicana está empezando a cuestionar los estereotipos y las limitaciones tradicionales impuestas a las damas. En una nación donde las tasas de violencia de género y desigualdad han sido alarmantemente altas, la llegada de Sheinbaum al Ejecutivo Federal envía un mensaje claro: las mujeres tienen un espacio legítimo en la cúspide del poder político.
Además, la Presidencia de Sheinbaum permitirá observar nuevas formas de ejercer el poder, desde una perspectiva femenina. Históricamente, los estudios de género han demostrado que las mujeres tienden a tener un enfoque más inclusivo, colaborativo y orientado al bienestar colectivo, características que podrían traer otras dinámicas a la política mexicana. Si bien no se trata de idealizar su mandato por el solo hecho de ser mujer, es esperanzador pensar que su estilo de liderazgo aportará cambios profundos y positivos en muchos ámbitos, sino la gobernanza hasta la forma en que se enfrenta la desigualdad estructural en México.
Sin embargo, a juicio de este analista, el arribo de Claudia Sheinbaum a la presidencia marca un hecho sin precedentes no solo por ser la primer mujer en asumir el mando del país, sino también por ser la primera figura claramente de izquierda que no procede del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El dato es de gran relevancia, ya que rompe con el ciclo de mandatarios que, incluso cuando han adoptado políticas izquierdistas, como Lázaro Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador, surgieron dentro de las filas del PRI, lo que daba a la oposición una narrativa para cuestionar su legitimidad en cuanto a la ruptura con el sistema tradicional. Claudia Sheinbaum, en cambio, proviene de una familia profundamente ligada a los movimientos progresistas, particularmente el movimiento estudiantil de 1968, en el cual sus padres jugaron un papel activo.
Este contexto forjó su ideología y sus primeros pasos en la política, lo que le otorga una conexión directa con las luchas sociales que buscan la transformación de un país más justo y equitativo. Además, su formación no solo es una herencia ideológica, sino que su cercanía con la intelectualidad de esos años ha sido determinante en la construcción de su propio proyecto de nación. Esto le arrebata a la oposición una de sus críticas más comunes, que es señalar que cualquier cambio progresista en México estaba irremediablemente ligado a las estructuras del poder tradicional. En Sheinbaum, esta excusa ya no tiene fundamento, lo que abre la puerta a una nueva era donde las estrategias de izquierda puede operar sin ataduras al pasado.
Otro aspecto crucial que merece análisis es la gigantesca tarea que enfrenta la nueva Presidenta de la República. Su reto no consiste únicamente en ser la continuadora del proyecto político de la cuarta transformación, sino en consolidar y potenciar los logros obtenidos durante la administración anterior. En tal sentido, no se trata de construir un “segundo piso” del movimiento, más bien de garantizar la permanencia y expansión de un modelo que ha obtenido avances notables en diversas áreas. Para dimensionar este desafío, es conveniente destacar que por primera vez en la historia de América Latina, un gobierno de izquierda ha logrado una transición política en completa paz y orden, con una estabilidad que muchos otros movimientos progresistas de la región no pudieron alcanzar. A diferencia de figuras como Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador o Cristina Kirchner en Argentina, quienes enfrentaron enormes dificultades para asegurar la continuidad de sus proyectos, la 4T ha conseguido un nivel de gobernabilidad que resulta extraordinario en el contexto latinoamericano.
Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia, México no solamente marca un hito histórico al colocar por primera vez a una mujer en el máximo cargo, al mismo tiempo envía un mensaje contundente al mundo: es posible combinar estabilidad política, la consolidación de un proyecto transformador y un deseo auténtico de cambio. Sheinbaum recibe una nación en plena metamorfosis y asume la tarea monumental de fortalecer un modelo de desarrollo que busca, no solo la justicia social, más bien posicionar al país como un referente en la región. Tiene ante sí la oportunidad de continuar con el legado de la transformación, y simultáneamente imprimir su propio sello, asegurando que esta nueva era de izquierda en el poder no solo sea recordada, sino admirada por generaciones futuras. El reto es colosal, pero las bases están más sólidas que nunca.
¡Nos vemos en la próxima edición, hasta pronto!